Cuevas que no puedes perderte en Cantabria
CUEVA MUSEO DE ALTAMIRA
El Museo de Altamira se encuentra a 2 Km. de distancia del centro urbano de Santillana del Mar en Cantabria, junto a la cueva original.
Fue en 1868 y 1879 cuando se encontraron grabados del Homo Sapiens, correspondientes al Paleolítico Superior Magdaleniense y un número más reducido del Solutrense, en la conocida Cueva de Altamira, pero debido al deterioro de las mismas, se restringió el acceso, y se construyó, junto a la cueva original, las nuevas instalaciones del Museo de Altamira y la Neocueva, réplica fidedigna y minuciosa de la original.
Pertenecen al solutrense, pinturas en rojo monocromas que representan caballos, una cabra, manos en negativo, y otras sin identificar. Se atribuye al magdaleniense, hace 14500 años aproximadamente, el resto de pinturas del Techo de los Polícromos: una manada de bisontes, una cierva, caballos, un posible jabalí y otros signos sin clara identificación por el momento. En la galería más alejada y estrecha, se encuentran los caballos, ciervos, bisontes y figuras abstractas “tectiformes” de la Cola de Caballo.
La creación de una escena integrando varias figuras, el uso de relieves propios de la cueva para generar volúmenes y la perfección en la técnica del grabado, que consigue claroscuros con sólo dos pigmentos, el negro del carbón vegetal y el rojo de óxidos, hacen única esta cueva.
CUEVA EL SOPLAO
La cueva El Soplao, descubierta a principios del siglo XX con motivo de la explotación de las minas de La Florida, está considerada una de las grandes maravillas de la geología, atesorando un auténtico paraíso de espeleotemas (excéntricas, estalactitas, estalagmitas, coladas, columnas, perlas de las cavernas, dientes de perro, etc.).
El Soplao constituye un deleite para todo el que se acerque a visitarlo, que podrá disfrutar de un recorrido que sobrecogerá por la espectacularidad, abundancia y diversidad de sus formaciones excéntricas, que son las que hacen de El Soplao “Una Cavidad Unica”. Un auténtico juego de sombras y luces, de colore, un festival de sensaciones.
Además de su valor geológico, la cueva y su entorno albergan un excepcional patrimonio de arqueología industrial minera, con más de 20 Km de galerías. La actividad minera también a dejado su huella en el espacio exterior: castilletes, hornos de calcinación, lavaderos, talleres, etc. Las labores mineras se orientaron a la extracción de blenda y galena, para la obtención de zinc y plomo.
CUEVA MORO CHUFIN
Su espacioso vestíbulo ha sido testigo de importantes ocupaciones humanas acontecidas hace unos 15.500 a.C. e incluso en momentos anteriores. En este espacio abrigado los moradores prehistóricos grabaron figuras sobre la roca. Numerosas ciervas, un bisonte, algún posible pez y diversos signos realizados, todos ellos, en surco ancho y profundo, consecuencia de la técnica de abrasión, aparecen concentrados principalmente en un panel bajo del cual una pequeña abertura da acceso al interior de la cavidad.
Tras recorrer un espacio de techo bajo, se accede a una amplia sala en cuya parte final se encuentra un lago subterráneo cuya formación es consecuencia del embalse. Es en esta sala donde se localizan, a uno y otro lado, las representaciones artísticas más llamativas.
Por su intenso color rojo destacan las composiciones rojas realizadas a base de puntuaciones, algunas de las cuales han sido interpretadas como representaciones geniales.
CUEVA DEL CASTILLO
En Puente Viesgo, al borde del río Pas, se alza el Monte Castillo, una elevación caliza de forma cónica que esconde en su interior un intrincado laberinto de cuevas frecuentadas por el hombre durante al menos los últimos 150.000 años.
De entre las cinco cuevas con manifestaciones rupestres paleolíticas del Monte Castillo destaca la de El Castillo, descubierta por Hermilio Alcalde del Rio en 1903 y objeto de numerosos trabajos arqueológicos cuyos resultados son referentes científicos para la comprensión del desarrollo y comportamiento humano durante la Prehistoria en el sudoeste de Europa.
El interior de la cavidad contiene uno de los conjuntos rupestres más singulares e importantes de la Prehistoria de Europa. Sus numerosas figuras, todas ellas correspondientes a los albores de la presencia del Homo sapiens en Europa, representan un paseo subterráneo por los orígenes del pensamiento simbólico, la mente abstracta y la expresión artística.
CUEVA DE LAS MONEDAS
La cavidad constituye un auténtico espectáculo geológico. Estalactitas, estalagmitas, discos, columnas, terrazas colgadas y coladas de colores, debidos a la variada composición mineralógica de la roca, describen un magnifico paseo geológico. Los procesos de disolución de la calcita y de sedimentación y vaciado de los conductos hacen de la visita a la cueva un regalo, de belleza y colorido, para los ojos.
Las manifestaciones parietales figurativas se concentran en una pequeña sala lateral a pocos metros de la zona de entrada. El conjunto es muy homogéneo en su realización técnica y estilo, se compone de al menos 17 figuras animales y diversas formas de signos o conjuntos de líneas de difícil interpretación. Principalmente caballos y, en menos medida, renos, cabras, bisontes, un oso y algún otro animal indeterminado, componen un limitado bestiario correspondiente a una fase climática fría.
CUEVA HORNOS DE LA PEÑA
La amplitud u óptima orientación de la boca de la cueva hicieron atractivo el sitio para los últimos grupos de neandertales y los primeros Homo sapiens, que ocuparon el vestíbulo de la cavidad, la zona más exterior, como lugar de habitación. Las primeras figuras, algunas hoy desaparecidas, se sitúan en esa zona exterior. Destaca entre ellas un motivo de caballo ejecutado en surco ancho y profundo.
El área propiamente subterránea o interior, a la que se accede por un paso bajo y estrecho que da paso a diferentes sectores de medianas proporciones, contiene la mayor riqueza artística, con uno de los conjuntos de grabados más completos de la región cantábrica.
Destacan las figuras de tamaño grande y concepción naturalista. Caballos, bisontes, uros, cabras, ciervos, un posible reno y una forma serpentiforme. Pero sin duda, el motivo más destacado es un antropomorfo con un brazo levantado y larga cola.
CUEVA EL PENDO
Se descubrieron numerosos útiles en hueso y asta, finamente decorados como los denominados “bastones de mando”. Las primeras ocupaciones se produjeron hace 84.000 años y se asignan al hombre de Neanderthal, seguido del Homo Sapiens entre los 36.000 y los 9.000 a.C.
Las pinturas rupestres fueron descubiertas en 1997 y son visibles desde el lugar de ocupación. Su ubicación es intencional y para ello tuvieron que realizar un andamio de unos 6 metros de altura. Destacan sus ciervas rojas de gran expresividad escénica y un caballo, situado en medio de la composición. Éstas fueron realizadas al igual que en Covalanas mediante la técnica del punteado. Una técnica única en el mundo por realizarse sólo en la Cornisa cantábrica en torno a los 25.000 años de antigüedad.
CUEVA LA CULLALVERA
Cullalvera es una cavidad prehistórica de grandes dimensiones con una espectacular boca de entrada y sorprendentes accesos que modificará la percepción que el visitante tiene del tamaño de la cueva.
Los restos prehistóricos hallados en la cueva le dan un valor añadido. Cullalvera contiene dos tipos de restos, manifestaciones de arte rupestre y un pequeño testigo de yacimiento, ambos del Paleolítico.
El conjunto pertenece al periodo Magdaleniense Medio/Superior, unos 13.500 años de antigüedad.
La cueva es singular porque cuenta con algunas de las manifestaciones artísticas parietales a mayor profundidad del mundo.
CUEVA DE COVALANAS
Es una cueva de reducidas dimensiones, con dos estrechas galerías que comparten una zona de abrigo exterior aparentemente no utilizado como espacio de hábitat. La galería de la derecha alberga las manifestaciones gráficas parietales.
Tras dos pequeñas series de puntos aparecen, a unos 65 metros de la entrada, las primeras formas animales. Avanzando a partir de ese punto, las figuras rojas se suceden a derecha e izquierda por la galería principal y dentro de un pequeño divertículo. Un total de dieciocho ciervas, un ciervo, un caballo, un uro, una posible figura de tipo híbrido y tres signos rectangulares, además de pequeños puntos y líneas, se disponen en frisos.
A partir de los 90 metros, y ya en espacios de reducidas dimensiones, el número de figuras se reduce drásticamente, encontramos aquí tan sólo una figura animal completa y, en cambio, numerosos pequeños puntos y líneas.